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La cobardía de García

Publicado: 2018-11-18

Alan García es como el Rey Midas, sólo que al revés, todo lo que toca lo convierte en basura. Así lo hizo con su partido, con la política, con la Presidencia de la República a la que tocó en dos períodos, lo ha hecho ya con la noble institución del asilo cuando Colombia lo refugió y hoy quiere hacerlo otra vez con Uruguay. 

Siempre fue un cobarde envuelto en matonerías, ha llamado ciudadanos de segunda clase a los peruanos, ha llamado imbéciles a los peruanos, y cuando por fin se encuentra sin el poder de antaño, con un fiscal decidido y un juez imparcial, decide inventar la patraña de la persecución política.

Las dictaduras persiguen políticos opositores ¿pero García cuando fue oposición a una dictadura? La mayoría fujimorista en el Congreso de los 90 lo acogió y salvó de la cárcel. Y cuando Alberto Fujimori dio el golpe de Estado, se refugió en la embajada de Colombia, para terminar en París dándose la gran vida. ¿Se convirtió entonces en el gran líder de la resistencia al fujimorismo? No, terminó aliado del sátrapa y dejando que Mantilla cargara con la culpa de haber recibido dinero de la mafia fujimontesinista.

Y volvió cuando sus delitos habían prescrito, y perdió las elecciones con Toledo, con lo que la leyenda de ser un gran candidato sufrió un golpe duro, a menos que alguien creyera que perder con Toledo era perder con un portento de la política.

Logró pasar a la segunda vuelta en el 2006 en medio de acusaciones de fraude de Lourdes Flores a la que oficialmente desplazó por décimas de votos.

Y el 2016 ya ni hablar, si no perdió la inscripción de su partido y la del PPC fue porque aún tenía control sobre el JNE, su 6% en esas elecciones son un ajuste de cuentas de la historia con la farsa que ha significado siempre García.

Y hoy quiere ser un perseguido político. En verdad los únicos que pueden perseguirlo son los muertos de El Frontón y Lurigancho, asesinados una vez rendidos, o los nativos de la épica jornada de Bagua asesinados cuando ya habían pactado el levantamiento de la huelga, o los millones de peruanos que tienen que sufrir porque no hay remedios en los hospitales públicos gracias a sus políticas de salud que priorizaban el negociado por encima de los derechos de los peruanos, o los millones de niños que aún tiene que estudiar en precarias condiciones con maestros muy mal pagados, porque para García era más importante sus ganancias que una propuesta seria en política educativa.

A García hay que perseguirlo, pero no por lo que piensa, sino por lo que le ha hecho al país, para terminar como nuevo rico. Si Uruguay le da asilo tiene que saber que se lo está dando a alguien que simboliza como nadie lo que ha sido la política peruana en los últimos 28 años, una sucursal de las letrinas nacionales manejada por los cuellos blancos.


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