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García murió como vivió

Publicado: 2019-04-17

En la cultura oriental, el suicidio servía para no caer en manos del enemigo o para salvar el honor cuando se había caído en falta, por robo, crimen o corrupción. En el segundo caso, el paso previo era asumir la culpabilidad, no había forma de recuperar el honor si no se asumía la culpa y el deshonor se transmitía a la familia, la misma que perdía todo su patrimonio. 

García nunca quiso asumir sus culpas, quitarse la vida aumenta su deshonor y muestra que a pesar de su negativa sí era culpable. Ya no importa el veredicto de la justicia sobre él, ahora sólo importa el veredicto político, y en ese terreno García construyó su culpabilidad con paciencia de orfebre, y en simultáneo construyó su impunidad con la astucia de los fenicios.

Durante años tuvo quienes se inmolaron por él, desde sus inicios, el ex presidente del BCR, Leonel Figueroa, y el ex gerente general del mismo, Héctor Neira, en su primera gestión. Asumieron su carcelería sin delatar a García. Luego le tocó el turno a Mantilla, su secretario personal y Ministro del Interior, también preso sin soltar prenda.

En los últimos meses García tenía que ver como su poder político se evaporaba, y ya sabemos que sin poder, hasta los más cercanos pierden vocación de mártires. Se fue quedando sólo con sus fantasmas, lleno de dinero pero sin poder político, sin las influencias mayúsculas de antaño. Había construido su minoría política hasta el aislamiento. Ni su aliado mayor de los últimos 20 años, el fujimorismo, podía arroparlo, su propia jefa política estaba presa y su jefe histórico, el padre de la dinastía, tenía que regresar a prisión luego de una amnistía fallida.

No hay dignidad en el suicidio de García, hay deshonor y vergüenza. No quiso asumir un proceso legal, lo que le hubiera devuelto algo de honor, no quiso someterse a las investigaciones parlamentarias que trabó permanentemente, intentó fugar por la vía diplomática inventando una persecución política que sólo existía en su cabeza. Nunca he visto un inocente tan culpable. De García hoy se puede decir que murió como vivió, sin dignidad y con ganas de conseguir impunidad aún a costa de su vida.


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