El 30 de setiembre sabremos si la mafia que se apoderó del Estado peruano durante 25 años dobla el brazo y aprueba el adelanto de elecciones y el referéndum consiguiente. Una quincena nos separa del desenlace de una crisis que esta vez tiene plazos definidos. 

Hay quienes dicen que la pelota está en cancha de Vizcarra y que en sus manos está el cierre del Congreso para jubilar de una vez a la mafia. Esta no se está jugando su jubilación solamente, en realidad se está jugando el hecho de pasar su tercera edad en la cárcel. Y es que el fujimorismo, el aprismo alanista, la mitad de la CONFIEP, están tan enredados con las mafias de minería ilegal, traficantes de tierras, universidades bambas, iglesias que trafican con la fe de la gente, contratos con el Estado llenos de adendas tramposas, que su futuro inmediato obligará a la construcción de más penales y al incremento masivo del personal del INPE.

Pero están en juego muchas más cosas para el país, para la gente de a pie que en buena cuenta es el país. Si esta crisis la gana la mafia, el gobierno que viene será más de lo mismo, más mafia como sostén de un modelo que ya dejó de ser un modelo económico discutible para ser la coartada de delincuentes que se cargan el país sin prisa pero sin pausa.

Hay quienes creen que la defensa de su espacio reinvindicativo es la fórmula para salvarse. Hay que impedir que privaticen SEDAPAL sin duda alguna, ¿pero cerrar los ojos a la crisis política es la manera de impedir que la principal empresa de agua del país pase a manos de otros mafiosos que harán del agua una mercancía más?¿ponerse de perfil ante la crisis política y atrincherarse en la defensa del agro de Tambo Grande es la varita mágica para evitar que los buitres mineros sigan depredando el país y detrozando el enorme potencial agrícola que tenemos? ¿Jugar cada quién su partido aparte garantiza de alguna manera que la mafia arrinconada como nunca tenga que dejar el poder que ha tenido desde hace décadas?

Si la salida a la crisis es hacia la mantención de la mafia en el poder y esta posibilidad no está descartada, el Perú seguirá como el paraíso de la lumpenería política y económica y el modelo no sufrirá más cambios que no sean a favor suyo y sus sostenedores.

Y los sindicatos y gremios en general tienen derecho a pelear por sus parcelas de intereses que está demás decirlo pueden ser muy justas. Tal vez sea hora de que piensen también en el país y una salida global a la crisis, salida en la que tengan un protagonismo que hasta ahora se niegan a asumir. Pero los partidos no pueden quedarse en la lucha sindical ni ser meros acompañantes de luchas gremiales. Uno, porque en esa ubicación no logran que la ciudadanía se incorpore a la acción para incidir en la crisis. Dos, porque sin duda, la salida hoy es fundamentalmente política, de la lucha por derrotar definitivamente a la mafia saldrá la nueva fuerza que gobierne el país en los siguientes años.

El nuevo gobierno no se decide en las próximas elecciones, en realidad el nuevo proceso electoral solo va a consagrar un gobierno que se habrá forjado en estos días, en la lucha por liquidar a la mafia y eso pasa por convocar a sectores diversos a conformar una plataforma social y política que exprese a esa mayoría nacional que quiere a la mafia fuera del escenario político.

La izquierda peruana tiene que entender que tiene la posibilidad de construir una plataforma que no va a ser de izquierdas, pero que eso es lo que menos importa, pues su amplitud garantiza fuerza para sacar a la mafia del Estado y abrir el espacio a la construcción de un nuevo país, con libertades reales, con recursos para los peruanos, con trabajo decente, un país de ciudadanos capaces de pensar en lo inmediato en la construcción de una patria con futuro.